El poder transformador de la música

Batuta, el espacio mágico que le permitió soñar para hoy disfrutar su realidad cultural

Por Rafael Escobar Saumet

Periodista Fundación Nacional Batuta


Con un tablero, una tiza, una guitarra y muchas ganas, Natalia Alejandra Vega Acevedo tomó su primera clase de música en la Fundación Nacional Batuta a los 14 años, en el Centro Orquestal La Giralda de Fontibón, en Bogotá. En ese lugar conoció un par de maestras que con dicha guitarra, sencillas instrucciones y un trato amable, lograron sembrar en su corazón la pasión por la música.

“Para mí ese era un espacio mágico que considero, siempre fue muy bien liderado por María Cristina Rivera y su hermana Martha Sofía, dos personas a las que les debo mucho. A 15 minutos de camino desde mi casa estaba ese lugar que me permitía soñar”.

Natalia confiesa que había querido estudiar música desde antes de ingresar a Batuta, pero siempre había el problema logístico de quién la llevaba a las clases y la regresaba de vuelta a casa. “Cuando cumplí 14 años, me entero por mi vecino Ricardo Márquez que en la localidad existía un proceso nuevo de enseñanza musical llamado Batuta, dirigido en esa época por Gustavo Parra. Como estaba más grandecita pensé que ya podía entrar a estudiar música porque me podía ir y venir caminando, pues me quedaba cerca a casa”, comentó.

Su vecino, el señor Márquez, le había dictado clases a Natalia a sus 3 años y, cuando él se enteró que la Fundación llegaría a Fontibón, no dudó en impulsarla a ella y a sus papás, porque conocía su afinidad hacia la música y tenía buenos comentarios de lo que implementaría Batuta en la localidad.

Natalia recuerda que en sus primeras clases, la maestra Martha Sofía les dejó de tarea llevar una flauta, “la que fuera”; se consiguió una y empezó a ser parte de los montajes musicales de dicho instrumento, porque para entonces, como ella asegura, “era lo que había”.

“Estar en el proceso musical me sirvió mucho, me enseñó a valorar lo que uno hace, el esfuerzo de Batuta y los maestros, hasta ser agradecida por vivir en Fontibón, pues gracias a mi localidad se me abrieron los caminos para llegar a ser parte de la Fundación: desde estar en los procesos de formación musical hasta años más tarde convertirme en coordinadora de los mismos”, afirma Natalia.

Durante su estancia en Batuta estuvo en preorquesta y en la orquesta sinfónica de cuerdas pulsadas, en esta última, su instrumento musical fue la viola. “En tres ocasiones estuve en la Orquesta Bogotá, la cual era conformada por estudiantes de los diferentes Centros orquestales de la ciudad. Quienes teníamos mayor nivel viajábamos, hacíamos conciertos y valiosos intercambios con otras orquestas del país”.

Natalia también fue parte de Allegro, preorquesta representativa de Batuta con la que se presentó en los mejores escenarios de la ciudad. “Con Allegro aprendimos mucho y tocamos ante varias personalidades entre los que recuerdo a Joan Manuel Serrat y los expresidentes César Gaviria y Ernesto Samper; también viajé con la orquesta a Neiva, Bucaramanga y Medellín”.

De las cosas que más le atraía de estar en Batuta era la forma tan ágil con la que aprendía y hacía música con inmediatez; “algo muy práctico y divertido”.

Natalia estuvo vinculada a Batuta hasta la universidad. “En el único momento en el que no pude seguir fue cuando estaba terminando la universidad, con mi proyecto de grado, porque entre planos, libros, maquetas y trasnochadas, no me daba mucho tiempo para concentrarme en todo. Pero para mí, no ir a un ensayo era motivo de vergüenza, pues sabía que la música era un motor que me ayudaba hasta con mi rendimiento académico”, asegura.

“En Batuta todo se transforma, se empieza una rutina en términos de disciplina, puntualidad y compromiso. Cuando tienes un trabajo musical de excelencia, cuando ganas nuevos compañeros, cuando tienes que rendir para que te escojan para las presentaciones. Empiezas a demostrar tus capacidades y te envuelves en un ejercicio de saber relacionarte desde el talento”.

Un tiempo después, de la Dirección General de Batuta la llamaron para que trabajara como coordinadora musical de seis procesos en Cartagena: en los barrios El Pozón (14 de Febrero y Camilo Torres), María Auxiliadora, San José de los Campanos, Nelson Mandela y Las Palmeras. “Una de las mejores experiencias de mi vida, la labor que se hizo con todos esos chicos y chicas no tiene comparación. Fue un trabajo que dio frutos, que cambió vidas”.

“Definitivamente si no hubiese entrado a Batuta, con toda la bella experiencia que logré adquirir, no estaría hoy día en el lugar en el que estoy. Nunca me hubiera decidido además, a estudiar Gestión Cultural y tampoco me hubiera dado cuenta que mi pasión en la vida es la cultura”, afirma.

Por eso hoy le entusiasma al máximo todo lo que hace para apoyar a tantas iniciativas culturales desde su cargo como Asesora departamental de la Dirección de Fomento Regional del Ministerio de Cultura, en Bogotá y a lo largo de la geografía nacional.

“Para mí es una gran satisfacción guiar a tantas personas en la gestión de proyectos,  que sepan que sí pueden conseguir recursos y que pueden realmente trabajar por sus organizaciones culturales. Todo esto lo fusiono con mi carrera de arquitecta y con lo que le da más vida a mi área, como la pintura, la escultura, las artes plásticas... Sumado a ello, siempre tengo presentes los grandes recuerdos y valiosas enseñanzas que adquirí en Batuta, de esa forma me convenzo cada día más de que esto es lo que me apasiona, para lo que nací”, concluyó.